lunes, 8 de mayo de 2017

Urbanismo medieval cristiano: Ávila

A finales del siglo XI Alfonso VI de León encargó a su yerno Raimundo de Borgoña la repoblación del centro de la Meseta Norte. Así pues, con el objetivo de proteger Toledo procedió a repoblar y cercar las ciudades de Salamanca, Ávila y Segovia.
Este momento constituyó también el punto de partida de un concejo o alfoz de enorme tamaño en torno a la ciudad de Ávila, que sobrepasaba las montañas del Sistema Central en su frontera Sur. 

En la repoblación intervinieron ciudadanos de origen navarro, franco, aragonés, mozárabe, vasco, cántabro y asturiano, como los D'Ávila, o Dávila, a partir de Ximén Blasco —gobernador de Ávila y fallecido en 1108— que vino a la ciudad junto a su hermano Fortún Blasco —futuro gobernador de Ocaña y fallecido en 1107— provenientes de Salas de Asturias, y cuyo linaje participó en la liberación de Cuenca, al mando de los ballesteros abulenses, y de Ocaña. Las crónicas citan 1092, una vez conquistada Toledo y celebradas las nupcias de Raimundo de Borgoña con Urraca —hija de Alfonso VI—, como año en el que se iniciaron los trabajos de reconstrucción de Ávila, sus murallas y el Templo del Salvador.

Existe sin embargo cierta discrepancia en la actualidad en lo relativo a esta cronología tradicional de construcción de la muralla, al haber otros autores que datan la construcción de esta bien entrado el siglo XII. Por ejemplo, el geógrafo hispano-musulmán al-Idrisi, en la primera mitad del siglo XII, no hace mención en su descripción de Ávila a las murallas, limitándose a describirla como «un conjunto de aldeas, pobladas por jinetes vigorosos y con abundante ganado».

Sea como fuere, a nosotros nos da igual este detalle. Lo importante es que nos encontramos ante un núcleo urbano que data de finales del XI y principios del XII, y que fue un enclave de repoblación en la Meseta para proteger la capital del nuevo reino, Toledo. 

Como podemos comprobar, aún pervive la muralla medieval, que debía ser reparada por las familias más nobles de la población, de forma que cada familia noble, que vivían dentro de la muralla, debía reparar el paño que le tocase y defenderlo en caso de un ataque exterior. 














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